“Cristo espera y nadie se mueve”


A 463 años de su muerte quisimos reencontrarnos con Él. Con su palabra, con su ejemplo de coherencia entre lo que predicó y vivió. Con nuestro patrono, el que nos invita a seguir moviéndonos por Cristo.
Acá van algunos de sus pensamientos, enmarcados en un contexto actual, para que continúe alentándonos en la fe.


¿Por qué eligió la vocación sacerdotal como camino de su vida?
Porque quiero servir al Señor por puro amor, si me da gracia para ello.


¿Por qué decidió abandonar todos sus bienes?
Veo a Cristo pobre y a mí rico: a Cristo encarnecido y a mí en delicias. Ardo en deseos de acercarme a Él, siquiera unos pasos. El Señor, en su bondad, me colmará de bienes eternos. Por esto he deliberado dejar lo que más tiene de caduco, privándome de mis posesiones.
Suplico que se digne rogar a Jesús para que me conceda fuerzas para sobrellevar la pobreza. Mis circunstancias presentes son de penuria económica.


¿Por qué volcó su vida a la contención de los más excluidos?
Porque en el oratorio rendimos a Dios el homenaje de la adoración, pero en el hospital le encontramos personalmente.


¿Cuál le parece que es uno de los grandes males que aqueja hoy al hombre?
No hay en la ciudad quien busque a Cristo. No he encontrado, por mis pecados, un noble que desprecie los honores por amor a Jesús. Ni uno solo. Cristo espera y nadie se mueve. No diré que no existan personas de buen corazón, más permanecen escondidas por miedo.
Todo lo nuestro es vanidad, y nuestra justicia, miseria. Lo importante es no descansar en el sentimiento de nuestra nada, sino que éste nos conduzca al Señor, buscándolo con creciente afán, para no dejarnos caer en la tibieza, contentos con no caer en el pecado, en el cual tantos yacen hoy día. Ni uno solo, yo primero, trata hoy de parecerse, interior ni exteriormente, a Cristo.


¿Cuál cree que es la mejor manera de trabajar para cambiar lo que no nos gusta?
Que no nos prometamos hacer mañana grandes cosas cuando somos incapaces de realizar hoy las más pequeñas. Aspiremos a lo invisible y eterno, lo de acá es temporal y transitorio.
Las almas se purifican no tanto por el fervor puramente sentimental, como por la acción y las obras con que el amor se manifiesta.


¿Qué le diría a un joven de hoy?
Que de su voluntad depende, y que si quiere que Cristo lo ame, y eficazmente lo ayude, lo tiene que amar él, encaminando su voluntad a complacerlo. Y aunque fuera abandonado de todos los santos del cielo y de todas las criaturas, no dude que Él lo ayudará en todas sus necesidades.
Que no busquen nada para uno. Que se olviden totalmente por amor a Jesucristo, y no vean en la persona del prójimo otra cosa que a Jesús paciente.
Sepan, hijos míos, que estamos en este mundo como peregrinos de viaje. Nuestra patria es el cielo.


¿Cuál es su mayor deseo para la sociedad actual?
No estaré satisfecho sino hasta que vea a los cristianos acercarse al Banquete Celestial con sencillez de niños hambrientos y gozosos, y no llenos de miedo y falsa vergüenza.
Haga Jesucristo que reine la paz entre nosotros, que nos portemos como buenos cristianos, para que siendo aquí amigos todos, podamos gozar de Él eternamente en el paraíso.


Nota: Las respuestas están basadas en las cartas que San Cayetano redactó entre los años 1517 y 1536.
Fuente: Antonio Veny Ballester, C.R. “Cartas y escritos ascéticos de San Cayetano de Thiene”. Versión española. Palma de Mallorca, 1977.


ORACIÓN A SAN CAYETANO
Glorioso San Cayetano, Tú pasaste por la vida viendo a Cristo en los hermanos, especialmente a los más necesitados, y experimentaste la asistencia providencial de Dios. Ayúdanos a construir una sociedad en la que todos participemos con nuestro trabajo y podamos reencontrar los valores que nos fueron arrebatados: la solidaridad, el respeto, el bien común, la honestidad y la alegría.

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